Oí que las carreteras se han agrietado,
que colillas las llenan brecha por brecha.
Que la luna es tu nuevo sol
y el día, tu martirio.
Truenan las campanas
y aún no alcanzas tu hogar.
La cena se ha enfriado
y en nuestra habitación
nunca hubo sábanas de espuma,
ni pelos como alambre incandescente,
ni lenguas como cuchillos de cristal.
Años ha que la marina cerró sus puertas.
Han robado nuestro reflejo de las fachadas
y de los cabos ya no queda el oro.
Ni vuelo, ni la tierra me toca,
ni navego, ni salgo de la mar.
¡La sal, corre!
una cucharada por ojo
y por cada beso,
cuatro de pólvora.