Se respira en cada chaqueta,
se cuela entre las miradas
y juega con nuestras pupilas.
Hace brotar los lunares y las pestañas,
hace brillar los rizos y los labios.
Abunda en las carteras de los pobres,
escasea en la hucha de los ricos.
Pasa por debajo de las faldas,
hierve, como las agujas de los relojes.
Cambia el color de las calles,
marca la equis en todos los mapas.
Secuestra la vergüenza, y la vejez.
El agua hace vino, emborracha,
y a la armónica hace silbar.
Dispara y roza los hombros
y el costado, una y otra vez.
Tortura al valeroso, mata al cobarde.
Hay quien dice que siempre sobrevive
en los ojos de los hombres,
en los oídos de las mujeres,
sobre el capó de los coches.