// 9 OCT 2024
El pasado dieciocho de septiembre se aprobó por unanimidad de todo el Congreso de los Diputados la reforma de la Ley Orgánica 7/2014, que permitirá a los presos de cárceles españolas convalidar los años de prisión que puedan haber cumplido entre los países de la Unión Europea firmantes.
En estos momentos, a principios de octubre, la prensa española explota al percatarse de que esta modificación acarrearía una reducción de condenas a 44 miembros de ETA aún encarcelados. El Partido Popular y Vox rápidamente manifiestan un gran arrepentimiento por su voto afirmativo y defienden no haberse percatado de qué aprobaban. «Es un error gravísimo», menciona Isabel Díaz Ayuso. La AVT y CONVITE, principales asociaciones de víctimas del terrorismo en España, muestran su lamento por la «terrible» actuación de «todos los políticos» y condenan que «ni se leen lo que están aprobando».
Esta noticia nos hace poner en tela de juicio la peligrosísima práctica que llevan a cabo los partidos políticos actuales: la disciplina de voto.
Con el mascarón de formar un partido fuerte de personas que persiguen, presuntamente, un mismo objetivo, reducen grupos de más de 100 representantes a una sola voz. ¿Para qué está entonces el hemiciclo formado por 350 diputados, si tan sólo obedecen a sus superiores o asesores expertos?
La disciplina de voto tiene fallas de suma importancia: por un lado, sentencia la autonomía de nuestros apoderados, por otro lado, elimina el pluralismo y el talento que nace de la diversidad, ahora tan alabada por todos nosotros. Además, crea un desprestigio enorme a nuestra democracia, nuestros políticos cobran miles de euros cada uno tan sólo por acatar órdenes, y, en caso osar diferenciarse mínimamente entre sí, son sancionados por su propio partido. La realidad actual es que los debates se vuelven más y más imposibles debido a este partidismo; nos polarizamos cada vez más y nuestra democracia se convierte más en un juego de estrategia con cierta oligarquía que en un modelo que represente de forma veraz la voluntad del pueblo español.
— Diego Maxorata